Reflexión Crítica
Bruno Valle
Sin duda, los pueblos orientales han otorgado un gran énfasis al estudio y la práctica de la sabiduría, como lo demuestran las grandes obras que nos han legado. Aunque la sabiduría es, a todas luces, un bien que todos deberíamos codiciar, quizás no la hemos aprovechado en su máximo esplendor.
Si basamos nuestra observación en el concepto de que la sabiduría “es el arte de saber vivir”, notamos que muchos líderes han centrado sus enseñanzas en ciertas áreas de la vida más que en otras. Por ejemplo, el “evangelio de la prosperidad” enfatiza la obtención de riquezas o dinero, a menudo a través de las aportaciones que el feligrés puede hacer en su agrupación religiosa. De este modo, solo se aborda un aspecto de la existencia, mientras que otros elementos fundamentales, como la convivencia con los seres queridos, la resolución de conflictos emocionales y nuestra participación activa en la sociedad como agentes de cambio, quedan sin ser tratados, resultando en una enseñanza desequilibrada.
Es posible que los intereses del teólogo estén fuera del alcance de la sabiduría en sí, lo que nos lleva a esta “disfuncional sabiduría” presente en nuestros tiempos. Así, podemos observar un escaso impacto de la labor del sabio en la sociedad, algo que se puede medir fácilmente con la poderosa herramienta que el siglo XXI nos ha proporcionado: las redes sociales. Sin duda, son en estas plataformas donde se marcan las tendencias actuales y las personas que influyen en la sociedad. ¡No podemos identificar a muchos sabios influyentes en nuestros medios!
Por otro lado, la teología debería desempeñar un papel fundamental en la sociedad, presentando rutas y caminos que ayuden al ciudadano común a encontrar plenitud en su existencia. Sin embargo, en la teología contemporánea observamos muchas tendencias ideológicas que comprometen la objetividad y la cientificidad de esta labor, sesgando el rol de la teología en favor de directrices modernas.
Al caracterizar la sabiduría de los antiguos pueblos orientales, con sus temáticas, interculturalidad, búsqueda del bien común y la felicidad personal, así como su perdurabilidad a lo largo de los siglos, es evidente que esta influyó en numerosos pueblos sin ser patrimonio exclusivo de una sola nación. En contraste, la teología actual carece de esa característica internacional que poseía la sabiduría antigua, a pesar de los medios que permiten difundir fácilmente cualquier idea concebida. Probablemente, esto se deba a que la teología moderna, como acto de sabiduría, es muy cambiante en sus líneas de pensamiento, a diferencia de la sabiduría, que mantenía líneas claras de razonamiento. Esto se refleja en su continuidad hasta nuestros días.
Si el teólogo está causando algún impacto, este es a nivel congregacional, lo que lo convierte en algo muy limitado. Sin embargo, el momento actual nos ofrece los recursos suficientes para llegar a muchas personas y sembrar semillas del buen vivir, aunque es necesario “retomar la sabiduría como una disciplina personal” para alcanzar el máximo nivel de vida que esta nos orienta.

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