QUÉ ES EL SHEOL

 


El término sheol en la Biblia hebrea designa el ámbito del inframundo, entendido como el lugar donde residen los muertos. En el mundo del antiguo Cercano Oriente, esta concepción no era exclusiva de Israel; existen paralelos significativos con otras culturas. En la mitología griega, por ejemplo, el inframundo recibe el nombre de Hades, término que designa tanto al dios que gobierna ese dominio como al propio lugar donde se encuentran las almas de los fallecidos. En el ámbito romano aparece bajo el nombre de Pluto, y las tradiciones literarias asociadas incluyen figuras como el perro tricéfalo Kervero, guardián encargado de impedir el tránsito indebido entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Esta figura dio origen al término español cancerbero.

En la Biblia hebrea, sheol cumple una función equivalente. El Salmo 139 lo integra en la estructura tripartita del cosmos israelita antiguo: el cielo como morada de Dios, la tierra como ámbito de la vida humana y animal, y el inframundo como destino de los muertos. En 1 Samuel se afirma que Yahvé “hace bajar al sheol y retornar”, poniendo de manifiesto que el descenso a ese lugar pertenece al ámbito de la muerte, mientras que el retorno implica un acto divino extraordinario. Del mismo modo, en los relatos patriarcales, Jacob expresa que su vejez descendería con dolor al sheol si perdiera a su hijo Benjamín, evidenciando que este término designa el destino natural de quienes han fallecido.

Durante el período del Primer Templo (aprox. siglos X–VI a.C.), la teología israelita no contempla las categorías posteriores de cielo e infierno como lugares de retribución moral. Por el contrario, el sheol funciona como destino común a justos e injustos. Esta ausencia de distinción moral refleja que, en esta etapa, el interés teológico se concentra en la vida ante Dios y no en el estado de los muertos. Las elaboraciones sobre recompensas y castigos postmortem surgirán más tarde, durante el período intertestamentario, influenciadas tanto por la reflexión interna del judaísmo como por corrientes helenísticas.

A pesar de que la Biblia hebrea ofrece poca información directa sobre la naturaleza del sheol, existe un pasaje que constituye una ventana excepcional al imaginario israelita del inframundo: el episodio de la nigromante de Endor en 1 Samuel 28. En este relato, el rey Saúl, ante la ausencia de respuestas divinas por medios legítimos —sueños, profetas y Urim—, recurre a una práctica explícitamente prohibida: la evocación de un espíritu desde el inframundo. Es relevante señalar que el texto no presenta dicha práctica como ficticia, sino como real y eficaz, pero ilícita para Israel.

La escena describe la aparición de Samuel como una figura evanescente, envuelta en su manto, ascendiendo desde el mundo de los muertos. La reacción de la mujer evidencia que el fenómeno se considera auténtico y peligroso. El espíritu de Samuel expresa que ha sido perturbado desde su reposo y anuncia a Saúl su inminente muerte, reforzando la idea de que el sheol es un ámbito de existencia sombría, distinto de la vida terrenal, aunque no carente de conciencia o identidad.

Este episodio, único en su género dentro de la literatura bíblica, proporciona un testimonio significativo sobre la percepción del inframundo en Israel: un lugar donde los muertos existen en un estado debilitado o atenuado, desde el cual pueden ser convocados mediante prácticas de adivinación prohibidas. Al mismo tiempo, confirma que la atención principal de la Biblia hebrea no se orienta hacia la geografía postmortem, sino hacia la dinámica de la vida en relación con Dios.

En suma, sheol debe comprenderse como una categoría del pensamiento israelita antiguo vinculada a la muerte, no a la retribución moral. Solo en la evolución posterior del judaísmo y en el desarrollo temprano del cristianismo aparecerán nociones más elaboradas sobre el destino final del ser humano, incorporando elementos como el juicio, el castigo y la recompensa, ausentes en la concepción primitiva del inframundo bíblico.

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